Hoy nos espera una etapa completamente de aclimatación. Nuestro cuerpo empieza a notar que respirar oxigeno a estas alturas no es fácil y tenemos que empezar a acostumbrarlo. Para ello partiremos del campamento Mutinda (3526m) para subir un pico bastante escarpado, el Mutinda peak (3.975m), para posteriormente bajarlo por el mismo camino que subimos y desde allí seguir el camino hasta Bugata Camp, por encima de los 4.000m. Etapa tranquila pero con unos paisajes donde solo faltan los dinosaurios.
Rwenzori – Tercera etapa. Mutinda hut a Bugata camp
Hoy madrugamos un poco mas de la cuenta. La noche fue fría y toda la vegetación que está alrededor del campamento está prácticamente congelada. El día amanece despejado pero es posible que las nubes vayan apareciendo poco a poco a medida que el sol comience a calentar.
La etapa de hoy es bastante completa. La idea es subir hasta el Mutinda Overlook, una cima secundaria del Mutinda Peak, con el objetivo de alargar la ruta, ya de por sí corta, y al mismo tiempo mejorar nuestra aclimatación. Una vez hecho cima, nos dirigiremos al Bugata Camp pasando por un paso en la montaña, momento que el paisaje se vuelve completamente alpino y con escasa vegetación.
Tercera etapa de Rwenzori
- Distancia: 7.7km
- Tiempo: 7h
- Ascenso total: 893m
- Descenso total: 359m
- Altitud mínima: 3526m
- Altitud máxima: 4060m
Son las 7 de la mañana y lo primero que hago es mirar la temperatura que hemos tenido durante la noche. Mi reloj ha marcado picos de -3 grados y eso lo han notado las botellas de agua que teníamos fuera, completamente heladas. A pesar de esto, nuestro cuerpo se ha acostumbrado a las bajas temperaturas y con un poco de abrigo desayunamos al aire libre sin problemas.
Una hora después comenzamos el trayecto y miramos hacia arriba para ver el coloso de piedra del Mutinda. Desde aquí es una pared vertical de 90 grados, cubierta en parte por vegetación. Nuestra idea es bordearlo y atacarlo por su parte posterior. No obstante, antes de comenzar su ascensión el paisaje que tenemos que cruzar es realmente bonito.
Sorteamos un paisaje jurásico, repleto de musgo y líquenes, pero lo mas interesante son las lobelias gigantes. A mas de 3000 metros de altura, crecen a lo grande, en busca del sol y del oxígeno tan difícil de respirar.
Y que decir de los líquenes? Estos se comen toda la vegetación y a menudo se usan como aislante. Lugares que merece la pena pararse un rato y disfrutar del entorno. Algo que en muy pocos lugares del mundo se puede ver.
Mas adelante llegamos a una inmensa roca, probablemente desprendida del Mutinda hace unos cuantos años. Allí dejaríamos nuestras mochilas y llevaríamos solo lo necesario para ascender al Mutinda overlook. La vuelta era por el mismo camino y tendríamos que pasar por la roca de igual forma.
El ascenso es bastante duro, pero lo peor con diferencia es casi la ausencia de camino, donde uno tiene que abrirse por una densa vegetación. Todo está extremadamente resbaladizo, y el barro abundante no ayuda. Los pasos mas complicados se han armado con cuerdas fijas y escaleras de madera, pero aun así hay que extremar la precaución. Mas de uno de nosotros ha resbalado y ha puesto sus posaderas en el barro.
En una hora llegamos a la cima, bastante rocosa y únicamente accesible por un peligroso puente de madera sin apenas apoyos. Si tenemos miedo a las alturas, será mejor que nos quedemos en su base.
Nos hace un día espectacular y tenemos visibilidad de casi todas las montañas de la Luna, aunque casualmente el pico Marguerita no se puede ver desde este punto. Está tapado por el Mount Baker.
La bajada es mas peligrosa aún, con varios resbalones que dejan nuestros pantalones perdidos de barro. Algo habitual en Rwenzori… No obstante, en la gran roca hacemos una parada para tomar un snack y aprovechar para limpiarnos un poco.
Desde la roca tomamos el camino hacia el paso de la montaña. Las lobelias poco a poco van desapareciendo y el paisaje toma un matiz tenebroso. Todo está arrasado por un gran fuego acontecido varios años atrás. La naturaleza poco a poco está restaurando el paisaje, pero aún tiene mucho trabajo que hacer.
Varios cientos de metros antes de coronar el paso, volvemos a pasar por varias escalas de madera, que sin ellas el transito habría sido complicado. Superado este tramo llegamos a un paisaje eminentemente alpino, con escasa vegetación. Con tanto cambio hasta nos parece agradable. Lo curioso es que en este desierto verde hay agua, mucha agua, motivo de poner tablas de madera para evitar calzarnos las botas de agua.
Los siguientes kilómetros son muy livianos. No hay subidas muy pronunciadas, de hecho hay hasta bajadas, momento en el que veremos el refugio Bugata a lo lejos, justo colgado encima de un gran lago.
Bordeamos el algo a unos 50 metros de su orilla y nos cruzamos con un grupo de porteadores bastante cargados. Al parecer un grupo de Noruegos se habían llevado la casa a cuestas.
Desde el lago y subiendo por una empinada rampa de unos 100m de desnivel llegaremos al refugio Bugata (4062m), ya sin techos de madera pero con lonas lo suficientemente resistentes para que no entre el agua.
Tomamos un te caliente de bienvenida y sacamos por primera vez el dron. Sin árboles ni obstáculos, ya era hora. Lo hicimos volar por el lago y nos dimos cuenta que hay islas flotantes de musgo que se van moviendo de un lago a otro, al estilo lago Titicaca.
Una vez el sol se marchó, rápidamente los tablones de madera que bordean el campamento se congelaron y las temperaturas se vinieron abajo. El día se había terminado y ya solo quedaba cenar y pensar en la siguiente etapa.