Pocos paisajes en el mundo lo igualan. No hay un amanecer igual, amanecer que hace que se te pongan los pelos de punta al mostrarte ante ti un paisaje de ciencia ficción. Este paisaje de otro mundo no es otro que el Monte Bromo, en Indonesia, con el amanecer más bonito del mundo.

El amanecer más bonito del mundo
Seguramente todos tenemos un momento que por alguna razón nos parece especial. Ya en su momento hablamos del Monte Bromo, en Indonesia, describiendo cómo es pero no lo que llegamos a sentir, momento especial donde los haya, momento de horas de espera para poder contemplar una belleza sin igual.
Nuestra historia comienza en el pueblecito de Cemoro Lawang, un lugar que parece no pertenecer a este rincón del planeta. El tipo de construcción de sus casas, el ambiente que le rodea, frío que te pelas y hoteles de aspecto alpino, lo podrían situar en el centro de Europa.
Partimos de noche, muy temprano, para ver el amanecer en un Toyota de los años 50, impoluto y duro como los coches de antes.

El conductor ya nos avisó que podríamos ver el amanecer más bonito del mundo, pero que todo dependía del día, un día donde la niebla y las nubes llamaban a nuestra puerta. Al llegar al mirador del Monte Bromo los puestos de recuerdos no nos dejaban ver más allá de las escaleras que subían hacia una torre de comunicaciones. Al fondo, detrás de la espesa niebla, la oscuridad y el Monte Bromo.
Poco después comenzó amanecer, pero todos los que estábamos allí nos quedamos con la boca abierta y con la mirada triste, no sé, al ver la espesa niebla y la cantidad de nubes que cubrían este escenario de ciencia ficción. A medida que pasaban los minutos, las horas, la gente se marchaba hacia su hotel sin su «misión» cumplida, sin poder ver uno de esos puntos del planeta que te hacen estremecer.

Al rato, ya cansados de esperar y muertos de frío marchamos, cabizbajos, sin poder hacer esa fotografía que tanto habíamos soñado. A medida que nuestros pasos se acercaban al coche dudábamos. Nos hacíamos preguntas del tipo, ¿qué prisa tenemos?. La cabezonería hizo presencia o la experiencia del viajero, no lo sé, pero decidió no seguir al resto de los turistas. Volvimos sobre nuestros pasos y nos acurrucamos en un rincón con una manta que nos habíamos llevado del hotel. Nuestro objetivo, esperar una ventana de oportunidad.
A veces, una espera, un esfuerzo, conlleva un gran premio. Dos horas después de que no quedara ni un alma en el mirador del Monte Bromo las nubes fueron cediendo y el sol comenzó a presentar batalla. A él se le sumó el viento, capaz de apartarlas y dar paso al amanecer más bonito del mundo.

Podrá faltar el sol, pero el que tiene que estar, el Monte Bromo, allí nos esperaba. Ten paciencia, hay lugares que no se visitan todos los días.